Buenos Aires, cosmopolitismo y Diversidad Cultural
Recorrer Buenos Aires es un paseo donde uno puede vivir y reconocer una ciudad atravesada tras las huellas de un fuerte intercambio cultural.
Sus calles dejan relucir los aportes culturales y religiosos de las distintas colectividades que se fueron asentando en Buenos Aires a lo largo de su historia. Tan es así, que uno puede percibir tanto el legado de las migraciones históricas como de las más recientes.
Las distintas corrientes que migraron a la Argentina experimentaron diversas etapas en sus procesos de integración y “argentinización”, desarrollando complejas dinámicas de interacción intercultural con su entorno.
Así, las formas de inserción como de interrelación fueron diversas en cada caso, hibridizando los rasgos identitarios de origen pero enriqueciéndolos a tras la coexistencia con otras culturas.
El 21 de mayo de cada año desde 2001 la UNESCO conmemora el Día Mundial de la Diversidad Cultural para el Diálogo y el Desarrollo. Esta celebración tiene como objetivo ayudar a comprender el valor de la diversidad cultural y a mejorar la convivencia. El objetivo de la conmemoración de este día es, precisamente pasar de la concepción clásica de una integración de tipo económica y social (a nivel de clases sociales y de ascenso económico) para arribar a un concepto más abarcador, como plantea Alain Touraine, viabilizando no solo el progreso económico sino también un desarrollo e integración de tipo “cultural”.
Un ejemplo de esta diversidad e intercambio cultural es el Barrio Chino emplazado en Belgrano, un centro turístico que visitan tanto extranjeros como porteños y argentinos llegados de todas partes. Unas pocas manzanas que han crecido en el corazón de Buenos Aires, donde se percibe el fuerte intercambio cultural al recorrer sus calles, maravillándonos a la vez con su negocio y fantasía, con su comida y paseos familiares, pudiendo vivenciar los rasgos culturales de unos y otros en simultáneo.
Las identidades son procesos dinámicos y no estáticos, que se encuentran en constante movimiento y cambio, adaptándose a cada contexto, situación y experiencia de vida de cada individuo. La diversidad pareciera ya no ser una opción, sino más bien, una realidad de vida y desarrollo social y Buenos Aires no queda ajena a esta realidad y desde el campo académico también están intentando realizarse aportes en este sentido.
Como bien plantea Edward Said la mente es la que crea fronteras que distingue a los individuos entre “nosotros” y “ellos” viendo en el otro lo que no queremos en nosotros, tratándolo de “diferente” y coincidimos con el autor en la afirmación de que “todas las culturas están en relación unas con otras, ninguna es única y pura, y todas son híbridas, heterogéneas, extraordinariamente diferenciadas y no monolíticas”.
Esta columna ha sido escrito por Marina Laura Tomasotti. Ella es Licenciada en Gobierno y Relaciones Internacionales y Magíster en Diversidad Cultural (Cátedra UNESCO – UNTREF). Asimismo, posee un Posgrado en Negocios Internacionales, un Posgrado en Gestión Estratégica para el Desarrollo Sustentable y es Especialista en Economía y Negocios con Asia del Pacífico e India y en Estudios Árabes, Americano-Árabes e Islámicos. Actualmente se encuentra cursando un Doctorado en Sociología. Es Docente, Investigadora y Consultora en temáticas relacionadas con gestión de la diversidad cultural, migraciones y sustentabilidad.
Las opiniones ha expresado en esta columna, son de los escritora y no reflejan las del The Kootneeti.