Las rutas de la cocaína
¿Hacia donde va una de las drogas más demandadas del mundo? ¿Qué caminos toma para llegar a destino? ¿Quiénes sus los principales consumidores? Sin duda, estas son las primeras preguntas que surgen cuando se analiza el mercado de la cocaína.
En primer lugar, es importante destacar que sólo existen tres países en los que se produce hoja de coca, que luego será convertida en cocaína. Esos productores son Colombia, que es el principal y ha incrementado significativamente la cantidad de superficie cultivada con hoja de coca en los últimos años; Perú, que actualmente produce un tercio de lo que genera Colombia pero entre 2010 y 2013 lideró la producción mundial y Bolivia, que aunque cultiva un número residual de hectáreas – comparado con la superficie que se destina en Colombia y Perú – sigue sumando áreas de cultivo que sirven para la producción del estupefaciente, aunque una parte de lo cultivado es destinado al uso ancestral de la hoja de coca. Juntos, los tres países superan las 200.000 hectáreas cultivadas, que potencialmente generan poco más de 1.200 toneladas de cocaína de máxima pureza.
Esa droga, fraccionada y reducida –mejorando de esa forma su rendimiento y maximizando ganancias, bajando la calidad de la droga distribuida– es destinada a distintos mercados a través de diferentes rutas. Vale decir que Estados Unidos es, desde hace años, el principal consumidor mundial de cocaína a pesar de que en los últimos tiempos el mercado norteamericano parece estar volcándose paulatinamente hacia la heroína. Por su parte Brasil, se ha posicionado como el segundo consumidor mundial del estupefaciente en términos absolutos. Es decir, por la cantidad de individuos de entre 15 y 65 años que declaran haber consumido cocaína al menos una vez en el último año.
Sin embargo, en términos relativos, esto es, de acuerdo con el porcentaje de la población en esa franja etaria que consumió cocaína en el último año, es necesario destacar el rol de otros países. Gran Bretaña, España, los Países Bajos y hasta Argentina, se posicionan como grandes consumidores en tanto más del 3% de su población económicamente activa viene incrementando el consumo del estupefaciente desde hace años.
En este contexto, vale decir que Brasil es uno de los países de tránsito más importantes de Sudamérica, no sólo porque mueve y exporta la droga procedente de Colombia sino porque también hace lo propio con parte de la producción peruana y boliviana. En este sentido, el norte y noreste del país da cuenta del transporte de la cocaína colombiana mientras que el puerto de Santos, en San Pablo moviliza la droga proveniente de Perú y Bolivia. El hecho de haberse convertido en un país central de tránsito ha generado un incremento en el consumo local de cocaína y ha desatado un serio conflicto entre las organizaciones criminales más poderosas del país que buscan mejorar su posición dentro del mercado ilegal, incorporando el dominio de nuevos territorios.
Otro país de tránsito que vale la pena mencionar es Venezuela. Su emplazamiento estratégico, en conjunto con los altos niveles de corrupción que han logrado penetrar al Estado, dan cuenta de los incentivos que obtienen las organizaciones criminales para trasportar la droga a través de sus fronteras. Además, no es sólo la puerta hacia el Caribe sino que también es el punto más cercano entre América Latina y Africa Occidental, dos rutas centrales para el abastecimiento de Estados Unidos y Europa.
Aunque el Caribe sigue siendo la ruta que más cocaína mueve, en tanto debe abastecer al mercado norteamericano, en los últimos años Africa Occidental se ha posicionado como una atractiva alternativa para los traficantes que buscan responder a la creciente demanda europea. Este cambio de estrategia estuvo motivado por el incremento en los controles europeos, pero también por la mejora en el posicionamiento del euro frente al dólar.
Además, la debilidad de los Estados africanos ha generado los incentivos necesarios para que las organizaciones criminales desarrollen alianzas con sus pares africanas, que les permitan ubicar la droga en el oeste de ese continente para que luego sea llevada hasta Europa por diferentes vías. Concretamente se cree que existen tres puntos de ingreso a Africa Occidental desde América Latina.
Guinea Bissau, que es el punto más cercano a Latinoamérica y cuenta con un archipiélago sin habitar en el que se descargan y redistribuyen envíos de cocaína
Mauritania, para luego adentrarse en territorio africano, moverse hacia el norte y cruzar el Mediterráneo a la altura de Libia o Argelia.
El Golfo de Benín, que contiene las costas de Ghana y Nigeria, desde donde provienen gran parte de los criminales que se dedican al tráfico de cocaína.
A pesar de ser poco conocida, esta ruta viene ganando relevancia en tanto un tercio de lo que se consume en Europa ingresa por esta vía y potencialmente, el porcentaje podría ampliarse, siempre y cuando se mantenga la “cooptación” de funcionarios públicos que garantizan la falta de control territorial y fronterizo en esta región del mundo. Además, esta ruta permite incrementar el flujo de cocaína hacia nuevos mercados como Asia e incluso Oceanía (que ha incrementado su demanda estrepitosamente).
Es claro que la falta de controles fronterizos así como la incapacidad de las fuerzas del Estado de controlar los movimientos que se producen dentro del territorio, sumados al alcance de la corrupción en países donde las ganancias que genera el crimen organizado en dos meses equivalente al PIB anual, han facilitado el desempeño de organizaciones traficantes de drogas y, seguramente, lo seguirán haciendo.
Una vez más parece central poner el foco en la demanda a fin de reducir el consumo y, con él, el volumen del tráfico de cocaína mundial.
*Carolina Sampó es Investigadora Asistente del Conicet – IRI y Coordinadora del Centro de Estudios sobre Crimen Organizado Trasnacional del Departamento de Seguridad Internacional y Defensa del IRI.
Este artículo se publicó en El Economista por primera vez.